martes, 1 de marzo de 2022

LA DEMOCRACIA CRISTIANA VI

 

¿QUÉ ESTABLECE LA DEMOCRACIA CRISTIANA?

¿Qué es la democracia cristiana? Es un régimen que establece la alianza de la política con la moral, la cooperación mutua entre la Iglesia y el Estado, la armonía entre los diferentes sectores sociales, la coexistencia del bien común y la libre iniciativa privada, la conciliación de la autoridad estatal con los derechos de la persona humana, la compatibilidad del patriotismo con la fraternidad universal, y la síntesis de la justicia social con las libertades políticas.

Boletín del Partido Demócrata Cristiano, Órgano oficial de la Junta Promotora de la Capital Federal, 31 de octubre de 1955.

 

VI. LA COMPATIBILIDAD DEL PATRIOTISMO CON LA FRATERNIDAD UNIVERSAL.

Para nosotros, la patria no es el ídolo de los antiguos ni la ficción legal de los jurisconsultos modernos, sino una gran familia en la cual la fraternidad entre los ciudadanos constituye un deber, porque todos son hijos de una misma madre. Si para los hombres que miran sólo la política y únicamente tienen en cuenta los odios nacionales, las fronteras son consideradas como barreras o líneas de separación, para los demócrata-cristianos constituyen puntos de contacto entre los pueblos, y lugares de reunión.

La democracia cristiana considera al patriotismo como la virtud moral que lleva a los ciudadanos al amor del suelo físico en que nacieron, y del suelo moral de su historia que les proporciona personalidad propia. Asimismo, lo considera como una virtud que lleva a sacrificarse voluntariamente por el bien común, es decir, por el bien de esa gran familia denominada la patria.

Declaramos nuestro más profundo y fiel amor a la patria, complejo de bienes espirituales y materiales, consciente identidad de derechos y responsabilidades, y de tradiciones e ideales cuyos intereses legítimos deben servirse aun con sacrificio de los particulares. El patriotismo es una virtud moral que debe ser preservada de adulteraciones capaces de trastornar los fines del poder político y del orden internacional. El nacionalismo inmoderado que pretende hacer de la patria una entidad substancial, absoluta e infalible, es germen de numerosas injusticias e iniquidades.

A su vez, Maritain afirma que una nación es una comunidad de gentes que advierten cómo la historia las ha hecho y que valoran su pasado y se aman a sí mismas, tal cual saben o se imaginan ser, con una especie de introversión. Este despertar progresivo de la conciencia nacional ha sido un rasgo característico de la historia moderna. Aun cuando normal y beneficioso en sí, finalmente llegó a exacerbarse dando vida a la plaga del nacionalismo, mientras que —y probablemente a causa de ello— el concepto de nación y el de Estado se confundían y mezclaban de manera explosiva y desdichada.

El patriotismo no es el amor al Estado y la sumisión a su omnipotencia. Semejante identificación nace de un concepto equivocado de la persona humana y de sus relaciones con la sociedad. Y esa identificación conduce a un sentimiento pagano de la patria, en el que la persona humana —cuerpo y alma inmortal— se entrega al grupo olvidando que el bien personal debe prevalecer sobre cualquier bien nacional, y que para realizar su vocación el hombre necesita libertad.

Es así como la democracia cristiana rechaza todo nacionalismo inmoderado que confunde el concepto de nación con el de Estado, y pretende hacer de la patria una entidad substancial, absoluta e infalible. Al mismo tiempo, proclama la necesidad y el beneficio de que todas las patrias se allanen a participar en una comunidad supranacional que, dotada de jurisdicción y fuerza efectiva, tenga como objetivos la paz mundial, la solución arbitral de las diferencias entre los Estados nacionales, y el amparo y la defensa de los derechos de la persona humana.

Los hombres no pueden ni deben encerrarse egoístamente dentro de los límites más o menos estrechos de sus respectivas patrias. Las soberanías nacionales no tienen carácter absoluto.

Sobre la forma cómo se auna el patriotismo con la fraternidad universal, la democracia cristiana manifiesta lo que S. S. Pío XII dijo en su alocución del 22 de septiembre de 1944: "Nadie debe temer que la conciencia de la fraternidad universal, fomentada por la doctrina cristiana, y el sentimiento que ella inspira, se opongan al amor, a la tradición y a las glorias de la propia patria, o impidan promover su prosperidad y sus intereses legítimos; pues la misma doctrina enseña que en el ejercicio de la caridad existe un orden establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y ayudar más preferentemente a los que están unidos a nosotros con especiales vínculos. Aun el Divino Maestro dio ejemplo de esa preferencia a su tierra y a su patria, llorando sobre las inminentes ruinas de la Ciudad Santa. Pero el legítimo amor a lo propia patria no nos debe cerrar los ojos para reconocer la universalidad de la caridad cristiana, que considera igualmente a los otros y su prosperidad en la luz pacificadora del amor. Tal es la maravillosa doctrina de paz y de amor que ha contribuido no- tablemente al progreso civil y religioso de la humanidad".

Con respecto a la comunidad que debe constituirse entre las naciones americanas, resulta oportuno afirmar lo siguiente: querer vivir fuera de una comunidad es un ideal de Robinson Crusoe, que no puede repetirse. La comunidad de los países de América es un hecho real. Y a esa comunidad, y no a otra —distinta y abstracta—, podemos incorporarnos. La tarea de Derecho consiste en encauzar esta comunidad concreta, no en negarla o rechazarla con olímpicos aislacionismos o inútiles desdenes que, en el estado actual del mundo, no pueden darse el lujo de tener los débiles ni los fuertes. Esta verdad es tan elemental y tan inexorable como un axioma matemático. El presente de nuestra independencia y de nuestro progreso está en la comunidad americana, integrando la comunidad universal.

La democracia cristiana propicia, pues, la participación de los países en la Organización de las Naciones Unidas. Y también propicia la participación de los países americanos en la Organización de los Estados de América.

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Ambrosio Romero Carranza (San Fernando, 1904 – Buenos Aires, 18 de enero de 1999) fue un abogado, profesor universitario, periodista, político, historiador, filósofo y magistrado y líder intelectual católico argentino. Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y miembro de su primera Junta Nacional. Miembro de Número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y de la de Ciencias Morales y Políticas.

 

 

Ambrosio Romero Carranza (San Fernando, 1904 – Buenos Aires, 18 de enero de 1999) fue un abogado, profesor universitario, periodista, político, historiador, filósofo y magistrado y líder intelectual católico argentino. Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y miembro de su primera Junta Nacional. Miembro de Número de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y de la de Ciencias Morales y Políticas.

 

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