¿QUÉ ESTABLECE LA DEMOCRACIA CRISTIANA?
¿Qué es la
democracia cristiana? Es un régimen que establece la alianza de la política con
la moral, la cooperación mutua entre la Iglesia y el Estado, la armonía entre
los diferentes sectores sociales, la coexistencia del bien común y la libre
iniciativa privada, la conciliación de la autoridad estatal con los derechos de
la persona humana, la compatibilidad del patriotismo con la fraternidad
universal, y la síntesis de la justicia social con las libertades políticas.
Boletín del Partido Demócrata
Cristiano, Órgano oficial de la Junta Promotora de la Capital Federal, 31 de
octubre de 1955.
VI. LA
COMPATIBILIDAD DEL PATRIOTISMO CON LA FRATERNIDAD UNIVERSAL.
Para nosotros, la patria no es el ídolo de
los antiguos ni la ficción legal de los jurisconsultos modernos, sino una gran
familia en la cual la fraternidad entre los ciudadanos constituye un deber,
porque todos son hijos de una misma madre. Si para los hombres que miran sólo
la política y únicamente tienen en cuenta los odios nacionales, las fronteras
son consideradas como barreras o líneas de separación, para los
demócrata-cristianos constituyen puntos de contacto entre los pueblos, y
lugares de reunión.
La democracia cristiana considera al
patriotismo como la virtud moral que lleva a los ciudadanos al amor del suelo
físico en que nacieron, y del suelo moral de su historia que les proporciona personalidad
propia. Asimismo, lo considera como una virtud que lleva a sacrificarse
voluntariamente por el bien común, es decir, por el bien de esa gran familia
denominada la patria.
Declaramos nuestro más profundo y fiel amor
a la patria, complejo de bienes espirituales y materiales, consciente identidad
de derechos y responsabilidades, y de tradiciones e ideales cuyos intereses
legítimos deben servirse aun con sacrificio de los particulares. El patriotismo
es una virtud moral que debe ser preservada de adulteraciones capaces de
trastornar los fines del poder político y del orden internacional. El
nacionalismo inmoderado que pretende hacer de la patria una entidad
substancial, absoluta e infalible, es germen de numerosas injusticias e
iniquidades.
A su vez, Maritain afirma que una nación es
una comunidad de gentes que advierten cómo la historia las ha hecho y que valoran
su pasado y se aman a sí mismas, tal cual saben o se imaginan ser, con una
especie de introversión. Este despertar progresivo de la conciencia nacional ha
sido un rasgo característico de la historia moderna. Aun cuando normal y
beneficioso en sí, finalmente llegó a exacerbarse dando vida a la plaga del
nacionalismo, mientras que —y probablemente a causa de ello— el concepto de
nación y el de Estado se confundían y mezclaban de manera explosiva y
desdichada.
El patriotismo no es el amor al Estado y la
sumisión a su omnipotencia. Semejante identificación nace de un concepto
equivocado de la persona humana y de sus relaciones con la sociedad. Y esa identificación
conduce a un sentimiento pagano de la patria, en el que la persona humana —cuerpo
y alma inmortal— se entrega al grupo olvidando que el bien personal debe
prevalecer sobre cualquier bien nacional, y que para realizar su vocación el
hombre necesita libertad.
Es así como la democracia cristiana rechaza
todo nacionalismo inmoderado que confunde el concepto de nación con el de
Estado, y pretende hacer de la patria una entidad substancial, absoluta e
infalible. Al mismo tiempo, proclama la necesidad y el beneficio de que todas
las patrias se allanen a participar en una comunidad supranacional que, dotada
de jurisdicción y fuerza efectiva, tenga como objetivos la paz mundial, la
solución arbitral de las diferencias entre los Estados nacionales, y el amparo
y la defensa de los derechos de la persona humana.
Los hombres no pueden ni deben encerrarse
egoístamente dentro de los límites más o menos estrechos de sus respectivas
patrias. Las soberanías nacionales no tienen carácter absoluto.
Sobre la forma cómo se auna el patriotismo
con la fraternidad universal, la democracia cristiana manifiesta lo que S. S.
Pío XII dijo en su alocución del 22 de septiembre de 1944: "Nadie debe temer que la conciencia de la
fraternidad universal, fomentada por la doctrina cristiana, y el sentimiento
que ella inspira, se opongan al amor, a la tradición y a las glorias de la
propia patria, o impidan promover su prosperidad y sus intereses legítimos;
pues la misma doctrina enseña que en el ejercicio de la caridad existe un orden
establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y ayudar más
preferentemente a los que están unidos a nosotros con especiales vínculos. Aun
el Divino Maestro dio ejemplo de esa preferencia a su tierra y a su patria,
llorando sobre las inminentes ruinas de la Ciudad Santa. Pero el legítimo amor
a lo propia patria no nos debe cerrar los ojos para reconocer la universalidad
de la caridad cristiana, que considera igualmente a los otros y su prosperidad
en la luz pacificadora del amor. Tal es la maravillosa doctrina de paz y de
amor que ha contribuido no- tablemente al progreso civil y religioso de la
humanidad".
Con respecto a la comunidad que debe
constituirse entre las naciones americanas, resulta oportuno afirmar lo
siguiente: querer vivir fuera de una comunidad es un ideal de Robinson Crusoe,
que no puede repetirse. La comunidad de los países de América es un hecho real.
Y a esa comunidad, y no a otra —distinta y abstracta—, podemos incorporarnos.
La tarea de Derecho consiste en encauzar esta comunidad concreta, no en negarla
o rechazarla con olímpicos aislacionismos o inútiles desdenes que, en el estado
actual del mundo, no pueden darse el lujo de tener los débiles ni los fuertes.
Esta verdad es tan elemental y tan inexorable como un axioma matemático. El presente
de nuestra independencia y de nuestro progreso está en la comunidad americana, integrando
la comunidad universal.
La democracia cristiana propicia, pues, la
participación de los países en la Organización de las Naciones Unidas. Y
también propicia la participación de los países americanos en la Organización de
los Estados de América.
***
Ambrosio
Romero Carranza (San Fernando, 1904 – Buenos Aires,
18 de enero de 1999) fue un abogado, profesor universitario, periodista,
político, historiador, filósofo y magistrado y líder intelectual católico
argentino. Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y miembro
de su primera Junta Nacional. Miembro de Número de la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y de la de Ciencias Morales y
Políticas.
Ambrosio
Romero Carranza (San Fernando, 1904 – Buenos Aires,
18 de enero de 1999) fue un abogado, profesor universitario, periodista,
político, historiador, filósofo y magistrado y líder intelectual católico
argentino. Fue uno de los fundadores del Partido Demócrata Cristiano y miembro
de su primera Junta Nacional. Miembro de Número de la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires y de la de Ciencias Morales y
Políticas.
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