Nada resulta más necesario, para una
filosofía política saludable, que procurar ordenar las nociones de nación, cuerpo político (o sociedad política) y estado y circunscribir claramente el significado genuino de cada
una de ellas.
A menudo, en el habla corriente, esos tres
conceptos se utilizan como sinónimos. Pero la confusión entre ellos, o su
sistemática identificación ha sido una calamidad para la historia moderna.
Denominamos comunidad a una
agrupación humana –pueden ser dos personas o una multitud- que posea una fuerte
dosis de sentimientos y hábitos comunes a todos sus miembros, productos de una
herencia también común. Sus integrantes forman parte de ella fácticamente, sin
previa ni libre determinación, a veces sin clara conciencia del hecho. El
despertar de las conciencias, de darse, es siempre posterior a la constitución
del grupo.
"El Hombre y el estado" de Jacques Maritain |
La tribu, el clan, la familia, ciertos grupos
regionales, étnicos y lingüísticos, son ejemplos de comunidad; una empresa, un
club, un sindicato, un colegio y ciertas instituciones mayores, son ejemplos de
sociedad.
La palabra nación designa una comunidad humana –no una sociedad-
relativamente numerosa, que presenta con cierta nitidez los siguientes rasgos
comunes: raza, lengua, religión, hábitos, recuerdos y perspectiva de un futuro
también común. La nación es una comunidad y no una sociedad. La nación es una
de las comunidades más importantes, y quizás la más compleja y completa que
haya sido engendrada por la vida civilizada.
La sociedad política se puede definir como
una asociación de hombres que viven en un determinado territorio, sometidos a
leyes y a un gobierno común.
El estado es una parte de la sociedad
política, un haz de instituciones que gobiernan la sociedad, es decir el poder
político, una parte del todo al servicio del todo. Esta definición nos hace
advertir cuán grave ha sido para la historia moderna la confusión entre nación y estado, el mito del estado nacional, y el llamado principio de las nacionalidades,
en el sentido de que cada grupo nacional debe constituirse como un estado
aparte. Tal confusión ha retorcido tanto a la nación como al estado. Esta
perturbación comenzó en los escenarios democráticos, durante el siglo XIX, y
llegó a su plena locura con la reacción antidemocrática del siglo XX.
El gobierno, es la persona o personas
que ejercen en un momento determinado los poderes del estado.
El pueblo, entonces, es la totalidad de
las personas que integran la sociedad política. No es, pues, una parte, un
grupo, sino el todo.
(Extraído de El hombre y el estado, de Jacques Maritain)
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