Cada ser humano es un individuo al igual que el animal, la planta o el átomo; es fragmento de una especie, parte de este universo, parte singular de la inmensa red de influencias cósmicas, étnicas e históricas que lo dominan.
Y al mismo tiempo es una persona,
es decir, un universo de naturaleza
espiritual, dotado de libre arbitrio y, por ende, un todo independiente
frente al mundo. Ni la naturaleza ni el Estado pueden hacer mella en él sin su
permiso, y Dios mismo, que está y opera en él desde adentro, respeta su
libertad; no la fuerza jamás: la solicita.
(Extraído de Para una filosofía de la persona humana, de Jacques Maritain)
Maritain hace una distinción crucial entre
“individualidad” y “personalidad”. Deberíamos notar aquí que lo que la mente distingue no es
necesariamente separable en la realidad. Para tomar un ejemplo simple,
podemos distinguir mentalmente el lado derecho del lado izquierdo de una hoja
de papel. Sin embargo, si cortamos el lado derecho del papel, no logramos
eliminarlo, dejándonos con una página que solo tiene un lado izquierdo. Al
cortar el lado derecho, simplemente tenemos un trozo de papel más pequeño que
todavía tiene un lado derecho en igual proporción con su contraparte del lado
izquierdo. No podemos separar el derecho del izquierdo en la realidad, aunque
podemos hacer una distinción muy útil y práctica entre ellos en la mente.
Así también, aunque podemos distinguir
“individualidad” de “personalidad”, no podemos
separarlas entre sí en el ser humano concreto. Maritain quiere que comprendamos
cómo la individualidad y la personalidad (que son principios, más que
realidades independientes) se combinan, como el cuerpo y el alma, para formar
una sola, un ser humano unificado.
La distinción entre individualidad y
personalidad tiene raíces en el mundo antiguo. Los griegos tenían dos palabras
para la vida: “bios” y “zoe”. La primera se refería a la
vida individual, la vida que estaba contenida dentro del ser vivo singular. El
otro, sin embargo, se refería a una forma de vida trascendente, vida que podría
ser compartida.
Maritain dice que el polo material (el
“yo”), que no es más que la "sombra de la personalidad", tiende a
atraer las cosas hacia sí. Pascal, a este respecto, explica que el “yo” es
odioso porque quiere imponerse como el centro de todo, una imposición que se
opone directamente a la justicia. Cada “yo” es el enemigo y quisiera ser el
tirano de todos los demás.
El polo espiritual,
por el contrario, que concierne a la verdadera personalidad, es lo que Santo
Tomás de Aquino tiene en mente cuando habla de él como una fuente de generosidad.
(Extraído de El personalismo cristiano de Jacques Maritain, de Donald De Marco)
El desarrollo dinámico del ser humano podrá
realizarse en un sentido o en el otro, en el sentido de la individualidad
material o en el sentido de la personalidad espiritual.
Si se realiza en el sentido de la individualidad
material, irá hacia el yo aborrecible, cuya ley es tomar, absorber para
sí, y como consecuencia, la personalidad tenderá a alterarse, a disolverse.
Si, por el contrario, el desarrollo va en
el sentido de la personalidad espiritual, el hombre avanzará en el sentido del
yo generoso de los héroes y de los santos.
El hombre sólo será verdaderamente persona en
la medida en que su comportamiento ético traduzca en acción la realidad
metafísica de su espíritu, sólo será verdaderamente persona “en
cuanto la vida de la razón y de la libertad domine a la de los sentidos y de
las pasiones. Desarrollar la individualidad es fomentar las pasiones, hacerse
el centro de todo y concluir por ser esclavo de mil bienes deleznables. La
personalidad, al contrario, crece a medida que el alma se eleva por sobre el
mundo sensible, se apega más estrechamente por la inteligencia y la voluntad a
lo que constituye la vida del espíritu”. (Garrigou-Lagrange).
(Extraído de Para una filosofía de la persona humana, de Jacques Maritain)
Jacques Maritain |
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