¿Qué dice la Doctrina Social de la Iglesia
sobre
el cuidado del medio ambiente?
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uesto que el hombre, creado a imagen de Dios,
recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo a sí
la tierra y cuanto en ella se contiene, y de orientar a Dios la propia persona
y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, la actividad
humana, individual y colectiva hombre a lo largo de los siglos para lograr
mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de
Dios.
v
Los resultados de la ciencia y de la técnica
son, en sí mismos, positivos: la Iglesia católica no se opone en modo
alguno al progreso, al contrario, considera la ciencia y la tecnología
un maravilloso producto de la creatividad humana donada por Dios, ellas nos han
proporcionado estupendas posibilidades y nos hemos beneficiado de ellas
agradecidamente. Por eso, como creyentes en Dios,
que ha juzgado “buena” la naturaleza creada por Él, nosotros gozamos de los
progresos técnicos y económicos que el hombre con su inteligencia logra
realizar.
Las
consideraciones del Magisterio sobre la ciencia y la tecnología en general, se
extienden también en sus aplicaciones al medio ambiente y a la agricultura.
La Iglesia aprecia las ventajas que resultan del estudio y de las aplicaciones
de la biología molecular, completada con otras disciplinas, como la genética, y
su aplicación tecnológica en la agricultura y en la industria. En efecto, la
técnica podría constituirse, si se aplicara rectamente, en un valioso
instrumento para resolver graves problemas, comenzando por el del hambre y la
enfermedad, mediante la producción de variedades de plantas más avanzadas y
resistentes y de muy útiles medicamentos. Es importante, sin embargo, reafirmar
el concepto de «recta aplicación», porque sabemos que este potencial no es
neutral: puede ser usado tanto para el progreso del hombre como para su
degradación. Por esta razón, es necesario mantener una actitud de
prudencia y analizar con ojo atento la naturaleza, la finalidad y los modos de
las diversas formas de tecnología aplicada. Los científicos, pues,
deben utilizar verdaderamente su investigación y su capacidad técnica
para el servicio de la humanidad, sabiendo subordinarlas a los principios
morales que respetan y realizan en su plenitud la dignidad del hombre.
Punto central de referencia para toda
aplicación científica y técnica es el respeto
del hombre, que debe ir acompañado por una necesaria actitud de respeto hacia las demás criaturas vivientes. Incluso cuando se plantea una
alteración de éstas, conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su
mutua conexión en un sistema ordenado. En este sentido, las formidables
posibilidades de la investigación biológica suscitan profunda inquietud, ya que
no se ha llegado aún a calcular las alteraciones provocadas en la naturaleza
por una indiscriminada manipulación genética y por el desarrollo irreflexivo de
nuevas especies de plantas y formas de vida animal, por no hablar de
inaceptables intervenciones sobre los orígenes de la misma vida humana. De
hecho, se ha constatado que la aplicación de algunos descubrimientos en el
campo industrial y agrícola produce, a largo plazo, efectos negativos. Todo
esto ha demostrado crudamente cómo toda
intervención en un área del ecosistema debe considerar sus consecuencias en
otras áreas y, en general, en el bienestar de las generaciones futuras.
Trabajando en este campo, sin duda delicado, el
investigador se adhiere al designio de Dios. Dios ha querido que el hombre sea el rey de la creación.
“Si el hombre interviene sobre la naturaleza sin abusar de ella ni
dañarla, se puede decir que interviene no para modificar la naturaleza, sino para
ayudarla a desarrollarse en su línea, la de la creación, la querida por Dios”
1) Crisis en la relación entre el hombre y
el medio ambiente
En el origen de los problemas que se plantean
en las relaciones entre el hombre y el medio ambiente se puede percibir la
pretensión de ejercer un dominio absoluto sobre las cosas por parte de una
humanidad que es indiferente a las consideraciones de orden moral que deben
caracterizar toda actividad humana.
Ø La
tendencia a la explotación inconsiderada de los recursos de la creación es el
resultado de un largo proceso histórico y cultural. La época moderna ha
experimentado la creciente capacidad de intervención transformadora del hombre,
y el aspecto de conquista y de explotación de los recursos ha llegado a
predominar. El ambiente como “recurso” pone en peligro el ambiente como “casa”.
A causa de los poderosos medios de transformación que brinda la civilización
tecnológica, a veces parece que el equilibrio hombre—ambiente ha alcanzado un
punto crítico.
“En el origen de los problemas que se plantean en las relaciones
entre el hombre y el medio ambiente se puede percibir la pretensión de ejercer
un dominio absoluto sobre las cosas por parte de una humanidad que es
indiferente a las consideraciones de orden moral que deben caracterizar toda
actividad humana”
Ø La
naturaleza aparece como un instrumento en las manos del hombre, una realidad
que él debe manipular constantemente, especialmente mediante la tecnología. A
partir del presupuesto, que se ha revelado errado, de que existe una cantidad
ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata
es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza
pueden ser fácilmente absorbidos, se ha difundido y prevalece una concepción reductiva que entiende el
mundo natural en clave mecanicista y el desarrollo en clave consumista. El
primado atribuido al hacer y al tener más que al ser, es causa de graves formas
de alienación humana.
Una actitud semejante no deriva de la investigación
científica y tecnológica, sino de una ideología cientificista y tecnócrata que
tiende a condicionarla.
Una
correcta concepción del medio ambiente, si por una parte no puede reducir
utilitariamente la naturaleza a un mero objeto de manipulación y explotación,
por otra parte, tampoco debe absolutizarla y colocarla, en dignidad, por encima
de la misma persona humana. En este último caso, se llega a divinizar la
naturaleza o la tierra, como puede fácilmente verse en algunos movimientos
ecologistas.
Ø Una visión del hombre y de las cosas desligada de toda referencia a la trascendencia ha llevado a rechazar el concepto de creación y a atribuir al hombre y a la naturaleza una existencia completamente autónoma. El vínculo que une el mundo con Dios ha sido así roto: esta ruptura ha acabado desvinculando también al hombre de la tierra y, más radicalmente, ha empobrecido su misma identidad. El ser humano ha llegado a considerarse extraño al contexto ambiental en el que vive.
Ø La relación que el hombre tiene con Dios determina la relación del hombre con sus semejantes y con su ambiente. Por eso la cultura cristiana ha reconocido siempre en las criaturas que rodean al hombre otros tantos dones de Dios que se han de cultivar y custodiar con sentido de gratitud hacia el Creador.
Ø El
Magisterio subraya la responsabilidad humana de preservar un ambiente íntegro y
sano para todos: La humanidad de hoy, si logra conjugar las nuevas capacidades
científicas con una fuerte dimensión ética, ciertamente será capaz de promover el ambiente como casa y como
recurso, en favor del hombre y de todos los hombres; de eliminar los
factores de contaminación; y de asegurar condiciones de adecuada higiene y
salud tanto para pequeños grupos como para grandes asentamientos humanos. La tecnología que contamina, también puede
descontaminar; la producción que acumula, también puede distribuir
equitativamente, a condición de que prevalezca la ética del respeto a la vida,
a la dignidad del hombre y a los derechos de las generaciones humanas presentes
y futuras.
2) Una responsabilidad común
La tutela del medio ambiente constituye un
desafío para la entera humanidad: se trata del deber, común y universal, de
respetar un bien colectivo, destinado a todos.
Ø Es una responsabilidad que debe crecer, teniendo en cuenta la globalidad de la actual crisis ecológica y la consiguiente necesidad de afrontarla globalmente,
Ø La responsabilidad de salvaguardar el medio ambiente, patrimonio común del género humano, se extiende no sólo a las exigencias del presente, sino también a las del futuro. Se trata de una responsabilidad que las generaciones presentes tienen respecto a las futuras.
Ø La programación del desarrollo económico debe considerar atentamente la necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza, porque los recursos naturales son limitados y algunos no son renovables. El actual ritmo de explotación amenaza seriamente la disponibilidad de algunos recursos naturales para el presente y el futuro.
Ø Una
economía que respete el medio ambiente no buscará únicamente el objetivo del
máximo beneficio, porque la protección ambiental no puede asegurarse sólo en
base al cálculo financiero de costos y beneficios. El ambiente es uno de esos
bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover
adecuadamente.
“Una economía que respete el medio ambiente no buscará únicamente el
objetivo del máximo beneficio, porque la protección ambiental no puede
asegurarse sólo en base al cálculo financiero de costos y beneficios”
Ø En los últimos años se ha impuesto con fuerza la cuestión del uso de las nuevas biotecnologías con finalidades ligadas a la agricultura, la zootecnia, la medicina y la protección del medio ambiente. Las nuevas posibilidades que ofrecen las actuales técnicas biológicas y biogenéticas suscitan, por una parte, esperanzas y entusiasmos y, por otra, alarma y hostilidad. Las aplicaciones de las biotecnologías, su licitud desde el punto de vista moral, sus consecuencias para la salud del hombre, su impacto sobre el medio ambiente y la economía, son objeto de profundo estudio y de animado debate. Se trata de cuestiones controvertidas que afectan a científicos e investigadores, políticos y legisladores, economistas y ambientalistas, productores y consumidores.
Ø Los científicos y los técnicos que operan en el sector de las biotecnologías deben trabajar con inteligencia y perseverancia en la búsqueda de las mejores soluciones para los graves y urgentes problemas de la alimentación y de la salud. No han de olvidar que sus actividades atañen a materiales, vivos o inanimados, que son parte del patrimonio de la humanidad, destinado también a las generaciones futuras; para los creyentes, se trata de un don recibido del Creador.
Ø Los empresarios y los responsables de los entes públicos que se ocupan de la investigación, la producción y el comercio de los productos derivados de las nuevas biotecnologías deben tener en cuenta no sólo el legítimo beneficio, sino también el bien común.
Ø Los políticos, los legisladores y los administradores públicos tienen la responsabilidad de valorar las potencialidades, las ventajas y los eventuales riesgos vinculados al uso de las biotecnologías. Es inaceptable que sus decisiones, a nivel nacional o internacional, estén dictadas por presiones procedentes de intereses particulares. Las autoridades públicas deben favorecer también una correcta información de la opinión pública y saber tomar las decisiones más convenientes para el bien común.
Ø Los responsables de la
información tienen también una tarea importante en este ámbito,
que han de ejercer con prudencia y objetividad. La sociedad espera de ellos una
información completa y objetiva, que ayude a los ciudadanos a formarse una
opinión correcta sobre los productos biotecnológicos, porque se trata de algo
que les concierne en primera persona, en cuanto posibles consumidores.
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